PRESENTACIÓN
Los profesionales estudiantes de
la gestión del patrimonio cultural, necesitamos la información científica y
las herramientas adecuadas para enfrentar con éxito los retos
que nos deparan la promoción, conservación y defensa del patrimonio cultural.
Pienso que lo estamos obteniendo, con esfuerzo, pero lo conseguimos; pues
los docentes – unos más que otros - reúnen lo requisitos especializados para
brindar una formación de calidad, esa dedicación profesional es ejemplo claro
para ser cada vez mejores.
La formación profesional de
calidad es quehacer de todos los días, por tal razón necesitamos investigar
temas de gravitante actualidad. Por ello, la globalización como fenómeno
histórico social, analizado y desarrollado en sus múltiples dimensiones, permitirá
conocerla en su devenir histórico y los efectos generados en nuestras vidas. En
los momentos actuales son contadas las personas (casi nada) que se abstraen de
la globalización. Ella ha penetrado en todos los rincones del orbe, a todos nos
ha tocado, a todos nos afecta. En consecuencia, si no podemos soslayarla, hay
que descubrir las formas para obtener provecho.
Los defensores de la
globalización y los globofóbicos se encuentran en permanente debate; los
promotores globalizadores muestran las bondades del fenómeno: comunicación en
contados segundos con cualquier punto del planeta, transacciones financieras y
comerciales vía Internet. Por otro lado los detractores la cuestionan como la
causante de la pobreza de millones de personas de los países del tercer mundo y
del enriquecimiento de las naciones del primer mundo.
El debate va a continuar,
mientras tanto, utilicemos las tecnologías y los recursos financieros de la
globalización para gestionar la investigación, conservación y puesta en valor
de los centros históricos culturales de nuestra región y el país.
Arql° Rolando Paredes
Grados
Alumno de Maestría en
Gestión
del Patrimonio Cultural UNT
(http://rolandocultura.blogspot.com/)
(http://rolandocultura.blogspot.com/)
1. Conceptualizando
En
los últimos años, la globalización se ha instalado como un concepto clave para
comprender a nuestra época. Sin embargo, no hay consenso en torno a la
dimensión de este fenómeno ni sobre cómo abordarlo. Hay quienes la defienden a
fardo cerrado y tienden a verla como un proceso natural y generador de
beneficios al que hay que dejar desarrollarse sin restricciones; están también
aquellos que reconocen sus beneficios potenciales y reales, pero que están
conscientes de sus limitaciones y, por lo tanto, luchan por reorientar el
proceso haciéndose cargo de éste en toda su complejidad; y por último, hay
quienes sólo ven en ella un artificio de los países desarrollados para defender
sus intereses, que perpetúa las desigualdades y conduce a un caos generalizado.
Sin
embargo, nadie pone en duda que la globalización, de una u otra forma, nos
afecta a todos. Hoy podemos comunicarnos interactivamente por correo
electrónico de manera instantánea con personas u organizaciones situadas en
cualquier parte del mundo, disponemos de información inmediata acerca de todo
el planeta a través de internet, consumimos habitualmente productos
fabricados en las más diversas partes del mundo; nuestros compatriotas trabajan
en empresas transnacionales; nos preocupa la violación de los derechos humanos,
los desastres de la guerra o la devastación causada por el terrorismo en países
lejanos; y acuerdos comerciales con países y regiones cercanas y lejanas tienen
cada vez más efectos en nuestras vidas. Todas estas son realidades relacionadas
con la globalización.
Sin
embargo, como veremos, el proceso es mucho más amplio que sus dimensiones
financiera, comercial y productiva. La globalización ha sido acelerada en
nuestro tiempo por una revolución científica y tecnológica. Y tiene
repercusiones políticas, sociales y culturales de largo alcance que es
importante visualizar.
La
globalización no sólo es un fenómeno complejo por el hecho de influir, de una u
otra forma, en todos los ámbitos de la vida humana; sino también porque difiere
profundamente en la manera que afecta a los diferentes países del globo y a
distintos grupos sociales y étnicos que viven en cada uno de ellos. Por lo
tanto, para comprender la globalización, es necesario acercarse a aprehenderla
teniendo en cuenta los diversos planos y realidades que la condicionan y sobre
los cuales –a su vez– incide, así como también considerar las respuestas
particulares que por ello mismo genera.
¿Qué entendemos entonces por
globalización? Para precisar el concepto conviene revisar diferentes posturas:
El Diccionario de la Real
Academia Española, que incluyó la palabra en cuestión por primera vez en su
edición de 2001, define globalización como la “tendencia de los mercados y de
las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las
fronteras nacionales” (1).
En la misma línea, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) define la globalización como “la interdependencia económica
creciente del conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del
volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y
servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que
la difusión acelerada y generalizada de la tecnología” (2).
Definiciones
más recientes, provenientes de la propia ciencia económica, han intentado
enriquecer el concepto. Es así como para Joseph Stiglitz, la globalización es
‘la integración más estrecha de los países y los pueblos del mundo, producida
por la enorme reducción de los costes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento
de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales,
conocimientos y (en menor grado) personas a través de las fronteras. La
globalización ha sido acompañada por la creación de nuevas instituciones [y] es
enérgicamente impulsada por corporaciones internacionales que mueven no sólo el
capital y los bienes a través de las fronteras, sino también la tecnología”
(3).
Otras
visiones del campo de las ciencias sociales e incluso de las humanidades, si
bien amplían las dimensiones del fenómeno, comparten la apreciación acerca de
la preeminencia de lo económico en la globalización. Es el caso de
Bernardo Subercaseaux, a quien ya mencionáramos advirtiendo acerca de los
enfoques unilaterales, quien sostiene que “la globalización –o mundialización
expresa una fase del capitalismo que se caracteriza por la libre circulación de
flujos financieros y bienes económicos; expresa también una situación nueva en
que la lógica de mercado se ha extendido a casi todo el planeta. Se trata de un
proceso al que concurre un desarrollo incesante de nuevas tecnologías de
comunicación e información, tecnologías que le han quebrado la mano al tiempo,
al espacio y a la geografía, generando lo que algunos llaman un mercado-mundo y
otros, aldea global. La globalización implica grados crecientes de comunicación
e interdependencia en todos los niveles de la vida y entre todas las
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(1) Citado en Joaquín
Estefanía : Hija ¿qué es la globalización? La primera revolución del siglo XXI.
Editorial Aguilar. Madrid 2002, p.27
(2) Ibid, p.28
(3) Raimundo Ortega:
“Un ajuste de cuentas so pretexto de la globalización”, en revista de libros
N°69. Fundación Caja Madrid: Globalización, septiembre 2002, p. 3.
sociedades del planeta, lo que produce una
transnacionalización inédita de los procesos históricos. En lo económico los
estados nacionales han perdido soberanía; la liberalización de los mercados
expone a cada país a una creciente interrelación y a efectos en cadena; en este
contexto los resguardos se ejercen a través de la fortaleza de la propia
economía o por la vía de bloques, pactos, mercados regionales o subregionales”
(4).
Otros autores ponen el énfasis en
la tecnología y sus aplicaciones económicas, así como en sus efectos en otros
ámbitos de la vida social. Según José Joaquín Brunner, “desde hace un tiempo
(...) el mundo ha entrado en transición hacia un nuevo sistema tecnológico,
organizado en torno a la electrónica, la informática, la robótica y la
biotecnología. (...) emerge una sociedad articulada por el conocimiento. La
especificidad de esta mutación radica en una cada vez más estrecha conexión
entre avance científico- tecnológico y su aplicación a la esfera de la
producción, distribución y consumo de bienes y servicios. (...) el actual
proceso ha comenzado a modificar los parámetros cruciales de la sociedad: la
división y organización del trabajo, la socialización primaria y la educación,
la estructura de la familia y la comunidad, el funcionamiento de las empresas y
los mercados, las comunicaciones y los intercambios, las formas de
participación y la política, y las propias maneras de representarnos el mundo”
(5).
Las visiones centradas en lo económico o lo tecnológico, si
bien apuntan a aspectos principales de la globalización realmente
existente, conducen a una concepción unilateral, limitada o reduccionista
de un fenómeno que es multidimensional, aún cuando sus diversas dimensiones han
tenido un desarrollo desigual. En este sentido, podemos aplicar a la
globalización estas palabras de Fernand Braudel: “La historia económica del
mundo es la historia entera del mundo, pero vista desde un solo observatorio:
el observatorio económico. Elegir este observatorio es privilegiar de antemano
una forma de explicación unilateral y peligrosa” (6).
Jacques
Le Goff coincide con el enfoque multifacético de Braudel, según el cual “en
toda mundialización hay cuatro aspectos esenciales, que […] constituyen también
órdenes: un aspecto económico, un aspecto social, un aspecto cultural y un
aspecto político. Insiste también en el hecho de que estos órdenes, aunque son
útiles para analizar el fenómeno, no funcionan y no deben considerarse por
separado, sino que forman en cierto sentido un sistema y no se puede aislar la
economía de los otros aspectos” (7)
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(4) Bernardo
Subercaseaux: Nación y Cultura en América Latina. Diversidad cultural y
globalización. Editorial LOM. Santiago
2002,
p. 10
(5) José Joaquín
Brunner, Globalización Cultural y Posmodernidad; FCE. Santiago, p. 69
(6) Citado en Jacques
Lo Goff. “Suerte y desgracia de las mundializaciones”, El Par{is, 24 de
noviembre de 2001
(7) Citado en Ibid
Aldo Ferrer, por su parte, esboza
en su conceptualización uno de los aspectos fundamentales que caracterizan al
proceso de globalización: no todos los países o sociedades viven este
fenómeno de igual manera. Hay países que lideran, países que se insertan con
mayor o menor éxito en ella y países –a veces regiones completas del mundo– que
están prácticamente marginados o excluidos. Ferrer plantea que “la
globalización refleja el impacto del cambio técnico, la acumulación de capital
y las transformaciones en la producción y el comercio mundial. Pero es, al
mismo tiempo, un proceso político dentro de la esfera de decisión de los
estados nacionales más poderosos y de las organizaciones económicas y
financieras multilaterales (OMC, FMI y Banco Mundial), en cuyo seno aquellos
países tienen una influencia decisiva” (8).
Según Brunner, “el concepto de globalización
procura dar cuenta de la novedad de un capitalismo que ha extendido sus
límites hasta los confines del planeta, envolviéndolo en la lógica de los
mercados y las redes de información y la idea de la postmodernidad pretende
expresar el estilo cultural correspondiente a esa realidad global” (9).
2. La deriva histórica de la globalización
Como
fenómeno histórico, la globalización se ha desarrollado en el tiempo. Pero,
¿cuándo comenzó el proceso y cómo se proyecta hacia el futuro? Para algunos,
impresionados por los cambios en pleno desarrollo y carentes de perspectiva
histórica, se trata de un fenómeno exclusivo del mundo actual. En cambio, otros
comparten la visión de la globalización como un proceso de larga duración que
ha atravesado y caracterizado a varias épocas históricas, aun cuando reconocen
que en nuestra época ha adquirido una dimensión, fuerza y aceleración antes
desconocida. Las raíces de la globalización entendida como un proceso largo, se
encuentran en la tendencia a la interacción y el intercambio entre las
comunidades humanas que ha estado presente desde el comienzo de la historia.
Esa
tendencia se ha expresado en los grandes imperios de la Antigüedad, los
contactos comerciales entre Oriente y Occidente, la llegada y el
establecimiento de los europeos en América, el imperio español del siglo XVI,
el imperio británico y el avance del libre comercio durante el siglo XIX, así
como en el establecimiento de instituciones y normas globales tras la Segunda
Guerra Mundial que, a su vez, han alcanzado mayor vigencia desde el fin de la
guerra fría.
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(8) Aldo Ferrer, De
Cristóbal Colón a Internet: América Latina y globalización, FCE, Buenos Aires,
1999, p.17
(9) José Joaquín
Bruner, op, cit. P.11
La globalización es un proceso
ligado íntimamente al desarrollo del capitalismo como modo de producción
intrínsecamente expansivo respecto de territorios, poblaciones, recursos,
procesos y experiencias culturales. Desde el siglo XVI, la dinámica expansiva
del naciente capitalismo europeo, asociada al nuevo espíritu intelectual y
político de la época, impulsó la apertura de nuevas fronteras. El desarrollo de
la ciencia y su aplicación a la producción favoreció la conquista de nuevas
fuentes de materias primas y de mercados, así como el dominio político y
militar de territorios y poblaciones que fueron sometidas a las principales
potencias europeas.
Como un proceso de mediana duración, podemos decir que en el
último tercio del siglo XIX la llamada Segunda Revolución Industrial, impulsada
por el desarrollo a escala mundial de nuevos medios de transporte terrestre y
naval, el surgimiento y expansión de nuevas tecnologías de comunicación, la
aplicación de la energía eléctrica a la producción industrial y las nuevas
técnicas de conservación de alimentos, entre otros, multiplicó las relaciones
económicas internacionales. También dio un nuevo impulso a la expansión
imperial global europea, a la que comenzó a sumarse Estados Unidos. Asimismo,
estimuló masivos desplazamientos de población, principalmente desde Europa
hacia América. Así, a los crecientes flujos de capital y de comercio se sumaron
las grandes corrientes de población.
Ya en 1848, se había caracterizado este proceso, que “merced
al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante
progreso de los medios de comunicación” (10), no haría más que intensificarse
en las décadas siguientes:
“En
lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen
necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países
más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de
las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto
se refiere tanto a la producción material como a la producción intelectual. La
producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas.
La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más
imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una
literatura universal” (11).
Pero
esta tendencia globalizadora ha tenido desde entonces, como suele suceder en
los procesos históricos, avances y retrocesos. Mientras que la última parte del
siglo XIX y la primera década del siglo XX fue un período de gran expansión del
proceso globalizador; a partir de 1914 y hasta la década de 1940, éste sufrió
una fuerte contracción.
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(10) Carlos Marx y
Federico Engels. Manifiesto Comunista, citados por Umberto Cerroni, El Pensamiento
de Marx, Ediciones del Serball, 1980, p. 192
(11) Ibid., p. 192
En este sentido, el período que
va entre 1914 y 1945, aparece como un gran paréntesis entre dos grandes oleadas
de globalización: la anteriormente descrita y la actual, que habría
comenzado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y se desplegaría con toda su
potencia desde el término de la guerra fría. Pero en esta globalización actual,
también ha habido momentos de retroceso, sobre todo cuando la economía de los
países más desarrollados se ha visto en dificultades, lo que ha llevado a
posturas proteccionistas y nacionalistas que han afectado negativamente a la
mayor parte de los países del globo y han limitado el proceso de globalización.
Es preciso reiterar que la globalización más reciente tiene
también características particulares que la distinguen. La globalización no es
un hecho nuevo, pero adquiere ahora dimensiones distintas, más complejas y
totales que en el pasado. En primer lugar, se asienta en una revolución tecnológica
a la que se hace referencia como la era digital o la era de Internet. En
segundo lugar, se distingue por la libertad ilimitada que tiene el dinero para
circular en el mundo, y las millonarias transacciones de dinero que a cada
minuto se realizan en las distintas partes del globo. En este sentido,
cualquier agente económico puede negociar con otro desde cualquier lugar y en
cualquier momento si tiene los conocimientos y los recursos necesarios para
hacerlo, por lo que se ha argumentado que otra característica de la
globalización actual es que la información se convierte en el recurso más
valioso de esta economía global.
Con todas sus contradicciones, es posible afirmar que durante
las últimas décadas, el mundo ha experimentado un acelerado proceso de globalización,
liderado por la globalización financiera y tecnológica. Es eso lo que subyace
tras las afirmaciones de que vivimos en la era de la globalización y de que
ésta sería el fenómeno decisivo del mundo actual, que definiría al período
abierto hacia el siglo XXI, tal como la guerra fría habría definido al período
anterior de la historia mundial.
El
derrumbe de la Unión Soviética y de lo que representaba simbólicamente como
alternativa al capitalismo y a la democracia pluralista, hizo pensar a muchos
que esta época se caracterizaría por el despliegue por el mundo, sin mayores
tropiezos, de las fuerzas en armonía del mercado y de la democracia. Esa imagen
de nuestra época y de la globalización fue la difundida por Francis Fukuyama en
su artículo “El fin de la historia” de 1989.
Esa
visión se fue derrumbando, a su vez, a lo largo de la década de los noventa,
por el ascenso de fundamentalismos religiosos y nacionalistas, por la desigual
fortuna de pueblos y de grupos a escala global y al interior de las naciones, y
por la evidencia de la falacia de la identidad entre mercado y democracia.
3. Problemas de la
globalización
La intensificación de los intercambios internacionales
comerciales y financieros de las últimas décadas, ha impulsado el crecimiento
de la economía mundial en su conjunto. Por eso, se afirma que el proceso de
globalización ha aportado múltiples beneficios a cientos de millones de
personas que han mejorado sustancialmente su calidad de vida.
Sin
embargo, estos beneficios se han repartido de modo extremadamente desigual.
Asimismo, en el marco de la globalización no se ha logrado resolver graves
problemas como la pobreza y las desigualdades, el desempleo y el subempleo, la
dependencia de los países más débiles de los poderes financieros
internacionales, ni se ha logrado evitar que las grandes potencias económicas,
como Estados Unidos y la Unión Europea, continúen ejerciendo prácticas
proteccionistas para preservar los intereses de sus productores.
Hasta
ahora, hemos establecido que la globalización es un fenómeno que nos afecta a
todos de uno u otro modo. Hoy observamos como muchos países en vías de
desarrollo buscan integrarse con mayor éxito a esta dinámica globalizadora y
adecuarse al marco que ella exige. Pero, ¿enfrentamos todos los países este
desafío en igualdad de condiciones? ¿Quiénes son los que establecen las reglas
del juego? ¿Existen globalizadores y globalizados?
A
la primera pregunta habría que contestar con un rotundo no, pues la
globalización está enmarcada en un sistema de reglas establecido por los
centros de poder mundial y por los organismos internacionales asociados a ellos
o en los que al menos ejercen una directa influencia, como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Basta ver como en un análisis de esta
realidad global, desde el punto de vista económico, los países desarrollados
venden sus productos en todos los mercados, pero a la hora de ser los países en
vías de desarrollo los que van a entrar a los mercados europeos o
norteamericano, estos protegen sus mercados en productos que consideran
sensibles, como los agrícolas, textiles y el acero. Por otra parte, al convertirse
en polos de atracción, los países desarrollados han aumentado progresivamente
las restricciones a las migraciones internacionales de personas.
En
este sentido, la globalización es “selectiva y abarca las esferas en donde
predominan los intereses de los países más poderosos” (12), reflejando el
sistema de poder que prevalece en las relaciones internacionales.
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(12) Citado en Estefanía, op. cit., p.74
Uno de los problemas más evidentes que acompañan el proceso
de globalización, es la inequidad con que sus beneficios se distribuyen a lo
largo del planeta: un grupo de países concentra la mayor parte de esos
beneficios, con lo que sigue aumentando la brecha existente entre países ricos
y países pobres; por otra parte, al interior de los países en vías de
desarrollo, la distancia entre los más ricos y los más pobres ha crecido
peligrosamente debido a la inexistencia o debilidad de las políticas
redistributivas.
Según Ignasi Carreras, director de Intermón, una de las
organizaciones no gubernamentales (ONGs) más influyentes del mundo, “una
buena parte de la humanidad, entre el 50 y el 75%, es perdedora en este proceso
de globalización, y pierde porque en sí ya genera una serie de desigualdades;
pero, sobre todo, agudiza las causas estructurales de la pobreza, de la
injusticia, y beneficia a los que tienen más poder, sobre todo, más poder
económico” (13).
Los países considerados pobres – con ingreso medio por habitante
inferior a un dólar diario-, que reúnen a casi la mitad de la población
mundial, captan apenas el 7% del producto mundial, mientras que los países
ricos, que representan alrededor del 8% de la población mundial, concentran
casi 70% del producto del mundo y 80% del comercio mundial. Además, los grandes
desniveles educativos, técnicos, de bienestar y productivos contribuyen también
a explicar estas agudas y crecientes diferencias (14).
Por
otra parte, también se ha observado una diferenciación en el nivel de
desarrollo entre los propios países del antes llamado Tercer Mundo. Las
economías de India y China, junto a las del Sudeste Asiático, Europa Oriental y
algunas de América Latina –como México, Brasil y Chile- están lejos de alcanzar
el nivel de los países desarrollados, pero también se han alejado
progresivamente del nivel que alcanzan los países más pobres del mundo, como
los del África Subsahariana, junto a otros países asiáticos, del Maghreb y de
América Latina.
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(13) Citado en
Estefanía, op, cit., p. 74
(14) En Programa
Laboral de Desarrollo. Perú, WWW.Plades
Org.pe/círculos/sesiones/lectura_6ideas_falsas_sesión4.htm
Joseph Stiglitz, actualmente uno de los más destacados críticos de la
globalización realmente existente, reconoce en el primer capítulo de su libro
El malestar en la globalización, que ésta “ha proporcionado ventajas: la
apertura del comercio internacional ayudó a muchos países a crecer más
rápidamente; ha reducido el aislamiento y ha brindado a muchas personas de esas
naciones el acceso a conocimientos que jamás hubieran obtenido, amén de
alargarles una vida más digna; la ayuda exterior, por su parte, ha beneficiado
a millones de personas y las empresas extranjeras han aportado nuevas
tecnologías, acceso a otros mercados y competido con las frecuentemente
ineficaces y corruptas empresas públicas nacionales” (15).
En este
sentido, a pesar de los avances de la modernidad como el desarrollo de la
ciencia, los avances tecnológicos y el aumento de la productividad, millones de
personas que podrían sobrevivir, mueren cada año por pobreza y desnutrición,
por no tener acceso a agua potable, por falta de inmunización o por las
carencias de los servicios de salud, sin contar las miles de personas que
mueren producto de los conflictos políticos o étnicos entre países o al
interior de ellos. Por eso, si bien es importante expandir la demanda, la
producción y el empleo en todos los países para ampliar las fronteras de la
globalización, también se requiere de la solidaridad, la cooperación
internacional y de un trabajo conjunto para resolver los graves problemas del
orden mundial actual que no se resolverán por sí mismos aún con un crecimiento
sostenido de los países más pobres.
4. La brecha digital y el problema del conocimiento
La
globalización abre innumerables puertas para utilizar las nuevas tecnologías a
favor del crecimiento de los intercambios comerciales, la ampliación de los
mercados y la posibilidad de realizar transacciones y ofrecer servicios a
través del globo. No obstante, para acceder a estas oportunidades es necesario
contar con la tecnología; pero, además, saber utilizarla. Esto hace que
el conocimiento y la información se tornen imprescindibles y sean el producto
más valioso en este proceso globalizador.
Sin
embargo, hay una gran desigualdad en las posibilidades que existen entre las
personas para acceder a la información, al conocimiento y a la educación. Este
fenómeno se ha
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(15) Raimundo Ortega, “Un ajuste de cuentas sopretexto de la
globalización” en Revista de Libros N° 69, Fundación Caja Madrid:
Septiembre 2002, p. 4
denominado la brecha digital, que
en otras palabras, es la separación que existe entre las personas, comunidades
y países que utilizan las Nuevas Tecnologías de la Información (NTI) (TIC en el
Perú) como una parte de su vida diaria y aquellas que no tienen acceso a las
mismas o que no saben utilizarlas.
Esta brecha digital no es exclusivamente un problema
tecnológico, sino que va asociado directamente a factores socioeconómicos y de
poder. El antiguo Tercer Mundo se enfrenta a muchos problemas a medida que
busca unirse a la revolución digital: una infraestructura pobre, grandes
deficiencias en educación y falta de capacidad para innovar en los campos de la
alta tecnología.
Pero esta brecha digital no se produce sólo entre países. Los
computadores, Internet y el correo electrónico han ampliado, al interior
de las sociedades, el foso que separa a los ciudadanos que manejan las
tecnologías computacionales de los que no lo hacen, a los alfabetos de los
analfabetos informáticos.
5. Tensiones entre la cultura global y las culturas
históricas
La
globalización de la economía y la revolución de las comunicaciones han estado
vinculadas también a una globalización en el ámbito cultural. El fenómeno de la
interacción entre las culturas no es nuevo. Históricamente, las distintas
comunidades humanas han construido sus culturas e identidades –locales,
nacionales o regionales– en contacto con otras culturas, a través del comercio,
migraciones o conquistas.
Sin
embargo, el continuo proceso de interacción cultural que ha acompañado a la
historia de la humanidad, ha adquirido en nuestra época nuevas características.
Las culturas históricas han sido y continúan siendo sometidas a una influencia
sistemática, masiva e inmediata de lo que aparece como una cultura global. Esta
influencia es ejercida por industrias culturales transnacionales y por los
medios de comunicación que inciden poderosamente sobre las personas, sus
ideologías y mentalidades.
Las
tensiones entre esa cultura global y las culturas históricas son el resultado
de la tendencia del proceso de globalización a imponer pautas sociales,
culturales y políticas que muchas veces entran en contradicción con las
costumbres, tradiciones o visiones del mundo predominantes en ciertas culturas
o pueblos, y que despiertan en ellos por lo tanto, sentimientos de rechazo
frente a lo que consideran un peligro para la conservación de sus identidades.
En este sentido, es preciso
advertir que no existe una oposición necesaria ni absoluta entre lo que
llamamos una cultura global, por una parte, y las que llamamos culturas
históricas, por la otra. Las culturas son formaciones históricas y, como tales,
sujetas a la transformación permanente a partir de la interacción entre sus
dinámicas internas y el contacto con otras culturas. Toda la historia de la
humanidad lo demuestra. Pensemos sólo que ideas que hoy suelen considerarse
esenciales en la cultura occidental, como la democracia y el pluralismo, no
tuvieron expresión en sus instituciones hasta la época contemporánea. Pensemos
también que nociones acerca de la dignidad humana, sobre la cual se han
construido las actuales ideas universales en torno a los derechos humanos,
existen en todas las civilizaciones y religiones (16).
Ahora bien, este intercambio cultural no es equilibrado. Son
los países conductores de la economía mundial quienes controlan las
comunicaciones internacionales y, por lo tanto, son ellos los que con mayor
fuerza imponen sus pautas culturales y dirigen el flujo cultural hacia el resto
del mundo.
Muchos ven en la globalización, un ataque a la diversidad e
identidad cultural. Segmentos enteros de diversas culturas sienten que sus
historias irrepetibles y los valores que rigen sus comunidades están siendo
pisoteados por las empresas y organizaciones globales. Ellos perciben una
pérdida de coherencia y de significado en un mundo cada día más dominado por la
producción cultural, las marcas, los logotipos y los tipos de vida
corporativos (17).
No
obstante, la globalización de la cultura es un proceso multifacético que no
puede ser asimilado a una occidentalización pura y dura. En este marco, se
pueden distinguir cuatro grandes posturas frente al proceso de globalización
cultural:
•
Quienes plantean que el mundo se encamina o debe orientarse hacia una
coexistencia armoniosa entre las culturas y las civilizaciones, donde cada cual
conservará y aportará sus rasgos distintivos sobre la base del
multiculturalismo;
•
Otros para los que la globalización favorece y debe impulsar aún más el
mestizaje o la hibridación de las culturas y de las personas, con varias
combinaciones, síntesis de tradiciones y modernidad, e identidades múltiples;
_____________________________________________________________________
(16) Cfr. Jeanne
Hersch (dir.): El derecho de ser hombre (Antología), Ediciones Sígueme
(Salamanca)UNESCO(Paris) Colsubsidio (Bogotá), 1973
(17) Cfr. Eugenio
Lahera (redactor): “América Latina y el Caribe en la globalización”. Aporte
Interdivisional al documento de la Cepal para la reunión de la Comisión en
Brasil, en abril de 2002
• Quienes postulan que la
globalización realmente existente está arrasando y arrasará todavía más con las
diferencias culturales, imponiendo las pautas occidentales o reemplazando los
valores tradicionales por el vacío cultural del capitalismo global;
• Quienes sostienen que el mundo se dirige hacia un choque de
civilizaciones o hacia una forma de guerra cultural, a partir de la resistencia
de las culturas históricas a la globalización cultural.
En este sentido, podríamos decir que cada una de esas
posturas encuentra algún asidero en una globalización cultural que tiene varias
caras y que oscila entre las tendencias a la homogeneización y las tendencias a
la diferenciación. Esto nos lleva a preguntarnos ¿conducirá la homogeneización
a la muerte de las diversidades y las culturas, o por el contrario, el
intercambio y los encuentros, permitirán una variedad de manifestaciones
culturales al ser enriquecidas por los miles de intercambios entre
civilizaciones? ¿O estaremos en la génesis de fuertes choques de
xenofobia, racismo, luchas entre culturas y destrucción de naciones? (18).
En
relación a la homogeneización, en la actualidad muchas cosas posibilitan que
las personas nos sintamos parte de una misma comunidad global, pues las nuevas
tecnologías han acortado las distancias abriendo la posibilidad que nos
interconectemos instantáneamente con cualquier parte del mundo; y los medios
masivos como la televisión y el cine promueven modas, pautas de conducta,
ritmos, valores –en definitiva, formas de ver el mundo–, que se reproducen a
escala mundial.
Uno
de los aspectos que mejor refleja este proceso es la creciente tendencia al
monolingüismo en las élites globalizadas, en la que el idioma inglés se ha
impuesto como una necesidad, puesto que condiciona las posibilidades de usar la
tecnología, acceder a la información y realizar transacciones comerciales.
Asimismo, es la lengua que circula en las nuevas fronteras del conocimiento,
así como predomina ampliamente en internet.
Los
más optimistas creen que la globalización, con el consiguiente intercambio de
experiencias e informaciones sin ninguna barrera y en virtud de la revolución
en las comunicaciones, fortalecerá la diversidad y las minorías podrán expresar
libremente sus diferencias.
______________________________________________________________________
(18) Cfr. Claudio Rama, Representante UNESCO en encuentro
Latinoamericano y Caribeño sobre el Diálogo de las Civilizaciones, 16 de
noviembre de 2001, en http/WWW.analitica.com
6. La
antiglobalización
Basándonos en una categorización propuesta por Joaquín
Estefanía, podemos reconocer cinco grandes modos de relacionarse con la
globalización (19):
1.
El primer grupo estaría formado por aquellos que creen que la globalización
realmente existente sólo tiene efectos positivos y universales. Para estos
neoliberales puros, la globalización es un fenómeno natural al que hay que
dejar desarrollarse eliminando todas las trabas posibles.
2.
Un segundo grupo estaría compuesto por quienes cuestionan los defectos más
evidentes de la globalización; pero niegan o minimizan el carácter estructural
de problemas asociados a la globalización, como la inequidad con que se
distribuyen sus beneficios, el aumento de la brecha entre ricos y pobres, las
prácticas abusivas de las principales economías que profundizan la marginación
del Tercer Mundo, entre otros.
3.
El tercer grupo estaría formado por aquellos que postulan un espacio para
la política en la globalización y que no todo puede dejarse en manos del
mercado. Plantean que la actual globalización, principalmente económica y
financiera, debe estar acompañada de una real globalización de los derechos
humanos – civiles, políticos, económicos y sociales -. Son aquellos que buscan
una globalización alternativa a partir de la acción de los estados y las
organizaciones multilaterales.
4.
El cuarto grupo lo conforman sectores más radicales que quieren transformar
cualitativamente el actual sistema de economía de mercado y, en esa
perspectiva, postulan la movilización de la ciudadanía por una globalización
alternativa bajo la consigna de “otro mundo es posible”. Están contra el
sistema pero actúan en el marco de la legalidad, con la intención de alcanzar sus
objetivos a través de las ideas y la propuesta de alternativas. Forman parte de
lo que se conoce como movimientos antiglobalización, por su rechazo a la
globalización realmente existente.
5.
En el último sector se encuentran distintos grupos que resisten la
globalización, utilizando incluso la violencia como medio para destruir el
actual orden global y sustituirlo por otro que, en la mayoría de los casos, no
está definido con claridad.
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(19) Joaquín Estefanía, op. cit., pp. 87 - 89
En general, cuando se habla de los globofóbicos o se busca
definir quienes constituyen el movimiento antiglobalización, se hace referencia
al cuarto de los grupos anteriormente descritos. El llamado movimiento
antiglobalización es un movimiento nuevo y heterogéneo, formado por
organizaciones no gubernamentales, agrupaciones diversas y ciudadanos
particulares. En él convergen diversas tendencias, ideologías y motivaciones,
unidos por un sentimiento común de malestar y voluntad de cambio.
Resulta quizás paradójico, pero este movimiento está formado
mayormente por ciudadanos de los países más ricos que defienden los derechos y
las oportunidades de los países del Sur, e intentan despertar conciencia sobre
el hecho que una gran parte del mundo está quedando marginado sino excluido de
los beneficios de este proceso de globalización.
Sus consignas reflejan la heterogeneidad del movimiento.
Tienen cuatro grandes NO como base:
•
NO a los programas del FMI y del BM, que perjudican a los más pobres.
•
NO a la contaminación, motivada por un modelo de desarrollo incontrolado
•
NO al pago de la deuda externa, que impide crecer a los países afectados
•
NO a la falta de transparencia de instituciones como la OMC (20).
Los
partidarios de una globalización alternativa o antiglobalizadores se
manifiestan en contra de las reuniones de la OMC, el FMI, el Banco Mundial o el
G- 8 porque consideran inaceptable que en ellas se defina el destino de los
siete mil millones de personas que habitan el mundo, priorizan diversos temas
en sus agendas. Entre éstos, se destacan:
•
la regulación de los flujos internacionales de capitales para disminuir la
volatilidad de las economías frente a los especuladores financieros globales,
así como frente a estampidas bursátiles;
•
la condonación de la deuda externa a los países menos desarrollados que se
encuentran agobiados por el pago de ésta, argumentando que esta medida no
afectaría mayormente a los países desarrollados y que, en cambio, permitiría a
los países deudores impulsar medidas para fomentar el desarrollo y acabar con
la pobreza;
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(20) Ibid., p. 74
• una acción global para detener
la epidemia de SIDA;
• acuerdos que reviertan la degradación del medio ambiente;
• medidas contra el tráfico de armas;
•
la erradicación del trabajo infantil;
•
la internacionalización de la justicia para que ningún individuo, régimen o
país quede inerme ante las violaciones de los derechos humanos.
En
cada uno de esos ámbitos, denuncian que la globalización actual es una
globalización mutilada, al dejar fuera a la ciudadanía. En consecuencia,
impulsan el empoderamiento de la ciudadanía en estas materias, tanto al
interior de los estados, como en los niveles regionales y globales.
Por
supuesto, este movimiento también tiene detractores. En una abierta crítica al
movimiento, el escritor Mario Vargas Llosa plantea:
“(…)
¿Qué puede haber de común entre los ecologistas que piden políticas más
radicales en la protección del medio ambiente y los iracundos del Bloque Negro
que devastan los comercios e incendian automóviles? ¿Qué entre los
prehistóricos estalinistas y los antediluvianos ultranacionalistas? ¿O entre
las pacíficas e idealistas ONGs a las que moviliza el deseo de que los países
ricos condonen la deuda de los países pobres o aumenten la ayuda para la lucha
contra el sida y los grupúsculos y bandas de extrema derecha o de extrema
izquierda, tipo ETA, que concurren a esas demostraciones por razones de
autopromoción? (…) Es sin duda cierto que este archipiélago de contradicciones
comparte una vaga animadversión al sistema democrático, al que, por ignorancia,
moda, sectarismo ideológico o necedad, hace responsable de todos los males que
padece la humanidad. Con este linfático sentimiento de malestar o rebeldía, se
puede impulsar grandes espectáculos colectivos, pero no elaborar una propuesta
seria y realista para cambiar el mundo” (21).
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(21) Caretas, N° 1682, 9 de agosto de 2001 en WWW. caretas.com
7. Diversidad
cultural y migraciones
El término cultura se usa en
la antropología para referirse a todas las creaciones materiales, intelectuales
y espirituales elaboradas y usadas por las personas, del mundo, de una región
de éste o de un lugar determinado. Por eso, es posible hablar tanto de una
cultura global o universal, como de la cultura de una vasta área geográfica, de
un país o de una localidad. En este sentido, no existen ni pueblos sin
cultura ni pueblos con sólo una cultura inherente.
La
cultura incluye todas las expresiones de la creatividad humana, tales como el
lenguaje, las creencias, las costumbres, las organizaciones e instituciones, y
todo tipo de creaciones, desde las manifestaciones espirituales como el arte
hasta la tecnología. La particularidad de estas manifestaciones es lo que da
valor, calidad y singularidad humana a los diversos y numerosos grupos humanos
que habitan en el planeta.
En
este sentido, uno de los grandes retos del proceso de globalización es abordar
de una manera constructiva la diversidad cultural. Cada vez se hace más
evidente la necesidad de fomentar el diálogo intercultural y avanzar en la
búsqueda de valores compartidos, con respeto y tolerancia a la diversidad.
Las
culturas locales y las identidades nacionales siempre han sido construcciones
basadas en intercambios, migraciones y conquistas. Es por eso que las culturas
“puras” y completamente nacionales no existen. De hecho, a través de toda la
historia han existido movimientos migratorios masivos –pacíficos y violentos-
motivados por las más diferentes razones. Tal es el caso de los grandes
movimientos de población desde el Asia Central hacia Europa en la Antigüedad y
la Edad Media, así como de los producidos desde el siglo XVI tras la llegada a
América de los europeos; o de la salida de millones de personas del Viejo
Continente hacia el Nuevo durante las últimas décadas del siglo XIX y las
primeras del siglo XX; o las ocurridas en las últimas décadas del siglo
XX desde América Latina hacia Europa, Asia y EE.UU.
Ahora
bien, la explosión demográfica de la que fue protagonista el siglo XX y la
desigual distribución y desarrollo de la población acentuó con mayor fuerza la
relevancia de los movimientos migratorios. En la actualidad, los países
industrializados, que producen alrededor del 78% de los bienes y servicios del
planeta, concentran sólo un 26% de la población y han alcanzado lo que se
denomina una estabilidad demográfica (tasa de crecimiento inferior al0,3%
anual). En contraste, los países periféricos tienen tasas de crecimiento
poblacional muy superiores frente a niveles de desarrollo inferiores.
En este sentido, los desequilibrios entre los países ricos
con una población estable y los países pobres densamente poblados han provocado
un extraordinario flujo migratorio hacia las áreas más desarrolladas,
principalmente hacia Europa y Estados Unidos. Así, las migraciones han pasado a
ser también un aspecto importante de la globalización.
No obstante, este masivo
desplazamiento de personas que buscan mejorar sus perspectivas de vida,
presenta problemáticas complejas. Si bien, proporciona mano de obra a los
países desarrollados, sobre todo, para realizar aquellas tareas más duras o mal
remuneradas que sus ciudadanos rechazan; la difícil integración de los
inmigrantes en la cultura y modos de vida de los países desarrollados y el auge
de movimientos xenófobos son la otra cara de este fenómeno. A ello se suma, el
efecto que produce la inmigración ilegal para los inmigrantes legalmente
establecidos y la proliferación de mafias que realizan verdaderos tráficos de
seres humanos.
Aun cuando la migración ha sido abordada como un problema
principalmente desde el punto de vista de las identidades y del encuentro entre
culturas, es evidente que –como hemos podido apreciar– el fenómeno tiene una
dimensión socioeconómica que no es posible obviar.
Así
lo plantea Adela Cortina:
“Sin
embargo, y aun concediendo toda la importancia que pueda tener a la diferencia
cultural, quisiera dejar constancia de que los grandes conflictos y las
dificultades de construir tanto una ciudadanía política como una ciudadanía
multicultural siguen teniendo también en su raíz, y con gran fuerza, las
desigualdades económicas y sociales. A pesar del empeño por asegurar que los
grandes problemas sociales son hoy el racismo y la xenofobia, sigue siendo
cierto que el mayor de ellos es la aporafobia, el odio al pobre, al débil, al
menesteroso. No son los extranjeros sin más, los diferentes (que somos todos),
los que despiertan animadversión, sino los débiles, los pobres” (22).
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(22) Adela Cotrina, Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la
ciudadanía. Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 264
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